En nuestra cuarta conversación celebrada el 14 de febrero, tuvimos el placer de contar con Marta García Aller, quien nos presentó su libro: “El fin del mundo tal y como lo conocemos” y Fernando Broncano, catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Carlos III de Madrid. Fernando fue profesor de humanidades en el Facultad donde estudió Marta, lo que supuso un encuentro brillante entre profesor y alumna, que evidenció lo necesario de construir un puente entre generaciones para digerir mejor la incertidumbre del futuro.

Marta se siente privilegiada por “estar viviendo esta incertidumbre asistiendo a un momento histórico que supone el fin de muchas cosas: el móvil,  la paciencia, el tiempo, la conversación, el dinero, la privacidad… en el que utilizamos las cosas que tenemos a demanda, sin acumularlas pero disfrutándolas al instante”.

Fernando reconoció la grandeza del libro de Marta por su punto visionario y la manera de establecer horizontes.  Sin embargo, él no es tan optimista respecto al cambio tecnológico. Ya describía en su libro: “La melancolía del ciborg” cómo estamos dejando de ser plenamente humanos en una especie nueva en transición.  

Estos cambios en las formas de relacionarnos como seres humanos influyen en la construcción de nuestra identidad.  “Antiguamente, los relatos de vida, se hacían en un diario, donde se construían identidades y se expresaban emociones.  Sin embargo, en el amor actual predominan las intimidades congeladas, donde la nueva forma de relato emocional consiste en construir un perfil atractivo en una página web de citas; donde tu perfil se asemeja a una universalidad perdiendo la distinción individual”, manifestaba Fernando.  Esto conlleva el peligro de creer que el yo verdadero es el de la red, y no el que hay que descubrir con el tiempo.

Marta rescató la cita de Tolstoi: “todos somos felices, pero cada uno es infeliz a su manera”  para señalar cómo la recreación de nuestro yo en las redes es un falso yo, al que aspiramos.  “Las redes sociales son un escaparate permanente, donde todos somos felices de una manera similar, pero eso no quita individualidad”, afirma Marta. 

“La dicotomía entre el yo digital y el yo corpóreo está en la mente de los que hemos vivido en el sxx. Ahora el yo digital es tan cierto como el corpóreo. Si uno es popular no solo depende de lo que haga en el recreo, ahora depende de lo que haga en redes”, resaltaba Marta. Incluso para ella, el modelo de negocio exitoso no diferencia entre el canal de venta online y el offline. “Las nuevas tecnologías nos enseñan el  fin de la privacidad, pero los más jóvenes no lo entienden como pérdida porque para ellos, no tiene sentido guardar algo si no lo compartes, y lo hacen con total naturalidad”, resaltaba Marta.

A Fernando  le inquieta que la robótica nos vaya a rodear rápidamente, en un momento donde la soledad empieza a invadir a los ciudadanos; y tiene sus dudas sobre si los robots de compañía, que teóricamente vendrán a suplir las carencias emocionales al estar programados incluso para enamorarnos,  podrán responder a nuestras necesidades afectivas más allá del apoyo logístico.  

“Hay que romper el primer impulso de sentir miedo ante este avance en la robótica”, opinaba Marta.  En Japón, estos robots forman ya parte de la vida cotidiana de la gente con la intención de ayudar, en un país más envejecido incluso que España. Según Marta: “La clave está en el uso de las tecnologías disruptivas, ya que un avión, por ejemplo, puede servir para  volar o bombardear ciudades”.

Para Fernando, resulta determinante analizar si estamos preparando sistemas jurídicos para este nuevo entorno robótico que nos amenaza. “Si en 100 años los robots serán parte importante del tráfico en las ciudades, ¿qué vamos a hacer cuando un automóvil atropelle a una persona? ¿a quién le exigiremos responsabilidades: a la empresa, al robot, al gobierno?, se preguntaba Fernando. “Si los sistemas de responsabilidades las estamos transfiriendo a sistemas automáticos,  cuál va a ser el derecho que nos proteja ante nuestras vidas; habrá que llevar el robot a que se reeduque a una cárcel? “.

Marta, apuntaba a que los laboratorios inteligencia artificial ya están buscando  solución a estos problemas intentando llegar a un acuerdo internacional porque alguien tendrá que programar estos vehículos. En este nuevo mundo, los  estados nación cada vez tendrán menos poder y se harán necesarias nuevos formatos de diplomacia digital que ante las nuevas necesidades, promuevan nuevas formas de solución.

Marta opina que los filósofos van a tener un papel fundamental, al  ayudar a dotar de moral y ética a las máquinas.  Según ella: “el lenguaje judicial cambiará. Se dejará de hablar de  potencial delito, por el término  accidente. La responsabilidad no existirá, ya que se tratará de un daño colateral”.

A Fernando  le inquieta particularmente que podamos llegar al fin de la muerte. La medicina antigua estaba destinada a ser terapéutica, mientras que la del  s xx va encaminada a la prevención y al recambio del cuerpo. Para Fernando, “la muerte es un invento de la vida. Los vegetales son casi inmortales, mientras que los mamíferos gozan de trayectorias de vida cortas”. Estos nuevos dilemas morales marcan un sistema donde la desigualdad va a afectar nuestro modo de envejecer, aunque para Marta el progreso se encargará de diseñar un sistema más justo.

Según Marta, “podemos plantearnos que una persona siga viviendo si su conciencia digital persiste”, como ya adelantaba un capítulo de Black Mirror.  Como ya plantean diferentes  especialistas que tratan de revertir el envejecimiento, el hastío de vivir no está relacionado con la edad sino con lo que hagamos con la vida, ya que el que se sienta feliz y tenga un ocio saludable y variado, no se querrá morir.

Fernando reflexionaba sobre la excesiva persecución de la felicidad, en la que la experiencia del sufrimiento desaparece aunque haya sido un componente imprescindible de la historia de la humanidad. Por tanto, “promover el fin de la muerte éticamente es antiecológico”.

 Y es que nuestro cerebro sigue bullendo después de las reflexiones sobre este futuro ya presente. Gracias a los ponentes y a los asistentes por esta memorable conversación, donde quedó patente lo necesario de un diálogo fluido y respetuoso con posturas complementarias pero a la vez necesarias para afrontar los retos del futuro.